Seamos honestos: algunas explicaciones en psicología se merecen el infierno. La psicología es un campo fértil para especulaciones a la violeta, explicaciones descabelladas y teóricos de entrecasa (la grande y calurosa legión de los muypsicólogos). Pero esto no es patrimonio exclusivo de los amateurs psicológicos, tampoco la psicología “seria” se salva de merecer algún infiernito de tanto en tanto.
Para mantenerlos lejos del Averno psicológico –allí donde se expían las teorías psicológicas más abyectas y en donde las almas de los condenados reciben como castigo la obligación de corregir citas en formato APA para toda la eternidad– es que vamos a considerar algunos errores graves en las explicaciones psicológicas, errores que no sólo se cometen en los libros de texto sino también en el quehacer diario del psicólogo. Conozcan a los cuatro jinetes e intenten mantenerse a salvo.
Primer jinete: Falacia Nominalista
Esta es una de las formas más engañosas de irse al infierno. La falacia nominalista en pocas palabras, consiste en confundir el explicar algo con ponerle nombre.
Para muestra, citemos Les Luthiers:
En caso de que no puedan verlo, Mundstock, oficiando de psicólogo, le dice a Rabinovich, quien está haciendo de paciente: “Bueno, en realidad la mente influye mucho sobre el cuerpo; usted está… somatizando”, tras lo cual festeja como si hubiera dicho algo genial. No está diciendo nada nuevo, no está identificando causas, procesos ni formas de intervención, sino que le pone nombre y se da por satisfecho (justamente eso es lo divertido del fragmento).
Esta falacia es particularmente engañosa porque puede proporcionar la sensación de que hemos dicho algo útil, esclarecedor o explicativo de alguna forma, cuando en realidad todo lo que hemos hecho ha sido ponerle una etiqueta. Pero una etiqueta es solo eso; un resumen, un atajo para referirse a algo más extenso, no es una explicación. El físico Richard Feynmann en esta anécdota recuerda cómo su padre le enseñó a distinguir entre saber el nombre de algo y saber acerca de ese algo:
La traducción del texto del video sería: “Mi padre me enseñó algo; señalando un pájaro me dijo “sabés qué es ese pájaro? Es un tordo de garganta marrón, pero en portugués es un hunto la pero, en italiano un chutto la pittida, en chino es un chung Wong tah, etcétera”, dijo. “Ahora bien, podés saber en todos los lenguajes que quieras cuál es el nombre de ese pájaro y cuando termines de aprenderlos todos, dijo, no sabrás absolutamente nada en absoluto sobre el pájaro”. Él sabía la diferencia entre conocer el nombre de algo y conocer algo.”
Hacemos esto en psicología cuando en lugar de dar una explicación solo le ponemos nombre al fenómeno:
*– ¿Por qué el cielo es azul?
– Porque entre las varias propiedades del cielo, una de ellas es la de ser azul.
– ¿Por qué este paciente piensa que es incapaz de hacer algo bien?
– Porque tiene baja autoestima.*
Ahora bien, antes de que me salten a la garganta: por supuesto que es útil conocer el nombre de las cosas y usarlo. Como mencionamos anteriormente, el nombre es una etiqueta, un atajo, y en tanto tal sirve para el intercambio y para el pensamiento. Nos vamos al infierno cuando usamos el nombre como si fuera una explicación.
Segundo jinete: Explicación teleológica
El segundo jinete es el que proporciona explicaciones teleológicas. No estamos hablando aquí de lo que para Aristóteles eran las causas finales, sino de las explicaciones a partir del efecto. Por ejemplo: “Mi sobrino hace X y la gente le presta atención, por lo tanto hace X para llamar la atención”.
Este tipo de explicación nos expone a una modesta perplejidad: pone la acción antes que la causa. En palabras de Eacker(1972): “es enigmático cómo algo que aún no ocurrió, un evento futuro, podría influenciar algo que está ocurriendo ahora, un evento presente. Más aún, es bastante posible que el propósito sean menos una característica de la conducta y más una característica de quien sea que observa la conducta; esto es, quizá sea impuesta sobre la conducta más que observada en ella”.
Donde más he visto este jinete es en la clínica del trastorno límite de la personalidad, en donde algunos terapeutas “explican” la conducta a través de una consecuencia: “se corta para manipular”, o “se corta para llamar la atención”, etc.
Quizá les cause extrañeza que diga esto en un blog que suele publicar sobre conductismo, modelo en el cual las consecuencias de las conductas son causa principal de la acción. Sucede que en el análisis de la conducta las consecuencias están siempre en el pasado. En palabras de Hayes, “el futuro del cual estamos hablando es el pasado en tanto el futuro en el presente” (suena complicado pero tiene sentido).
No es que “grita para llamar la atención”, sino algo así como “cuando ha sido seguida de atención por parte del entorno social, la conducta de gritar se ha sostenido” (noten de paso cómo el cambio de formulación, incluso en algo tan pequeño, ya sugiere una intervención posible, incluye el contexto de la conducta y elimina la connotación patológica).
Tercer jinete: Expansorreduccionismo
Bien, acabo de inventar una palabra tan horrible como un jinete del apocalipsis, así que debe ser adecuada. El engendro terminológico se refiere a que si bien este jinete tiene dos caras se trata de una misma práctica: el explicar algo psicológico utilizando otro nivel de investigación.
La cara más conocida es la del reduccionismo: explicar un fenómeno psicológico por medio de otro campo de investigación de nivel inferior. Somos reduccionistas cuando explicamos un fenómeno psicológico en términos de sustratos biológicos, por ejemplo. Pero este jinete tiene otra cara, un poco menos usual pero igual de perniciosa, que podríamos llamar “expansionismo”, consistente en explicar los fenómenos psicológicos a través de un campo de investigación de nivel superior: explicar la psicología a través de la sociología, por ejemplo.
“Esta persona se deprimió por un déficit de serotonina” o “esta persona se deprimió porque la sociedad está enferma”, tienen algo en común: parecieran dar por explicada la cuestión. Claro, luego queda explicar qué es lo que genera el déficit de serotonina en primer lugar, o de qué manera el ambiente social generó una depresión en esa persona y no en la que está al lado, por ejemplo, pero las explicaciones reduccionistas y expansionistas generan la apariencia, la ilusión, de que hemos resuelto algo.
La forma más reciente de este jinete es el neurocentrismo, por supuesto. Me refiero a la práctica de explicar lo psicológico a través de lo neuronal: “el cerebro hace esto, el cerebro hace aquello”, como si el cerebro fuera un señor que uno tiene dentro. Miren, por ejemplo, la versión de Estanislao Bachrach.
“El cerebro trata de que no pensés, que no hagás nada nuevo y de que no cambies porque si así estás bien no le importa si sos feliz. Al cerebro no le importa si te peleás con tu marido, si tenés un sueldo bajo o si sos bajita. A él lo único que le importa es que sobrevivas. Y si hasta hoy estás viva el cerebro dice “Repitamos todo, que todo el día de hoy sea idéntico al de ayer” Hablarle a tu cerebro sería pensar “esto me funcionó ayer, hoy quiero hacerlo diferente”: quiero estudiar otra cosa, quiero tener otra relación… Si no te detienes a hablarle, a hacer la pausa, a ver dónde estás hoy y qué quieres para mañana el cerebro no lo va a hacer nunca.”
Es una muy buena descripción de la idea “el cerebro es un señor que tenemos dentro”. La parte de hablarle al cerebro es fantástica. Yo estoy tratando de convencer a mi hígado de que no me genere resaca, pero no parece funcionar mucho. Chiste aparte, vuelvan a leer el fragmento y noten la aplicación práctica, por llamarla de alguna manera, que sugiere: está recomendando autoafirmaciones positivas como si hubiera descubierto la pólvora (y como si no hubiera un cúmulo de investigaciones psicológicas que señalan que son una mala idea).
Nuevamente, les pido mesura con este jinete. Hay, por supuesto, interesantísimas contribuciones y polinizaciones cruzadas entre distintos ámbitos de investigación. Los aportes de la genética, biología, neurología, sociología, economía, etc., pueden resultar tremendamente valiosos para la psicología, en tanto se utilicen para enriquecer, no para reemplazar una explicación o investigación psicológica.
Cuarto jinete: Reificación
Este jinete es el causante de incontables calamidades conceptuales y teóricas. Digamos, si uno fuera a enfrentarse a estos cuatro jinetes del apocalipsis con un revólver con cuatro balas, yo sugeriría darle cuatro tiros a la reificación, sólo para asegurarnos de que muera.
Si bien el término tiene otros usos, en psicología se refiere a la práctica de convertir un concepto abstracto en una cosa. Skinner(1953), describe excelentemente cómo “inteligencia” pasa de ser un concepto abstracto a ser una cosa:
Los nombres de rasgos usualmente empiezan como adjetivos – “inteligente”, “agresivo”, “desorganizado”, “enojado”, “introvertido”, “nervioso”, y así por el estilo– pero el resultado lingüístico casi inevitable es que esos adjetivos se convierten en sustantivos. Las cosas a las cuales esos sustantivos refieren son tomadas como causas activas de esos aspectos. Comenzamos con “conducta inteligente”, y pasamos primero por “conducta que exhibe inteligencia”, y luego a “conducta que es el efecto de la inteligencia”. Similarmente, empezamos observando una preocupación con el espejo que nos recuerda la leyenda de Narciso; inventamos el adjetivo “narcisista”, y luego el sustantivo “narcisismo”; y finalmente afirmamos que aquello a lo cual refiere el sustantivo es la causa de la conducta de la cual partimos”.
Por supuesto “alguien se mira mucho al espejo porque es narcisista (término que refiere a la persona que se mira mucho en el espejo)”, es también un caso de la falacia nominalista, pero dicha falacia se refiere al uso de conceptos reificados, no a la reificación en sí.
La reificación genera enormes problemas. En primer lugar, suele llevar a explicaciones de tipo circular. Usando un ejemplo extremo (no se lo tomen muy en serio): “una persona se deprime porque tiene un esquema de abandono; la evidencia de que tiene un esquema de abandono es que se deprime”. En este blog hemos llamado a esa tendencia “el mago desmemoriado”, aquel mago que pone un conejo en la galera y luego se sorprende muchísimo al sacarlo.
Y por supuesto, esta tendencia suele ser funesta para la investigación: “Cuando los eventos son asignados a alguna entidad interna oculta, no sólo la investigación científica se desvía hacia la tarea imposible de comprender la entidad oculta, sino que la curiosidad tiende a descansar. La investigación es obstaculizada no sólo por la dificultad de la tarea, sino por la aparente explicación que es tomada por la cosa real” (Baum, 2005).
Estén atentos, y la próxima vez que lean algo de psicología, noten si el autor está hablando de constructos hipotéticos como si fueran cosas. Si es así, sigan leyendo pero tomen todo con un grano de sal y hagan nota mental de poner al autor en el círculo del infierno que le corresponde.
Evitando el infierno
Vale la pena insistir en esto: los cuatro jinetes no son siempre nocivos. Cuando conversamos con otros profesionales, puede ser más rápido decir “el paciente hace X porque tiene el complejo de Ricardo Fort”, “tiene pensamientos automáticos”, o “se corta para regularse” antes que hacer una explicación detallada. A veces construir una ficción explicativa es un recurso útil para socializar un concepto o para una psicoeducación.
Lo único necesario para evitar el infierno en estos casos es esto: recordar que no son explicaciones propiamente dichas. Parafraseando a Sagan, es una buena manera de engañarse a sí mismo y a los demás lo menos posible.
*Artículo previamente publicado en Grupo ACT y cedido para su publicación en Psyciencia.
Artículo recomendado: Términos psicológicos que debemos evitar.
Imagen : Lifeonthecouch
Referencias
Baum, W. (2005). Understanding Behaviorism: behavior, culture, and evolution (2nd ed.). Blackwell Publishing.
Eacker, J. N. (1972). On some elementary philosophical problems of psychology. American Psychologist, 27(6), 553–565. http://doi.org/10.1037/h0033108
Skinner, B. F. (1953). Science and Human Behavior (1st ed.). Macmillan Pub Co.