Lisa Damour para The New York Times:
Investigaciones nuevas y convincentes sugieren que los conflictos constructivos entre padres y adolescentes dependen de la disposición de los adolescentes a ver más allá de su propia perspectiva. En otras palabras: las buenas peleas suceden cuando los adolescentes consideran los argumentos de ambos bandos, y las malas cuando no lo hacen.
De manera oportuna, la capacidad intelectual de considerar distintas perspectivas florece en la adolescencia. Mientras que los niños carecen de la capacidad neurológica para entender por completo el punto de vista de alguien más; la adolescencia desencadena un desarrollo rápido en partes del cerebro asociadas con el pensamiento abstracto. Esto lleva a incrementos drásticos en la capacidad de considerar las situaciones desde puntos de vista encontrados. También hay pruebas de que los padres pueden sacar provecho de la neurobiología en evolución de sus adolescentes al ser buenos modelos en cuanto a tomar la perspectiva de otra persona. Los adultos dispuestos a ponerse en los zapatos mentales de sus adolescentes tienden a criar adolescentes que les devuelven el favor.
Ningún padre ni ningún adolescente puede, ni necesita, convertir cada pleito en una consideración reflexiva de opiniones opuestas. Algunas familias caen en batallas tóxicas que van mucho más allá de los conflictos inherentes a la crianza de los adolescentes. Aun así, el grueso de las investigaciones sugiere que los desacuerdos comunes y corrientes ofrecen la oportunidad de ayudar a los jóvenes a entenderse mejor a sí mismos y a los demás, lo cual desarrolla en ellos la habilidad, que durará toda la vida, de encontrar un espacio para la cortesía en medio de la discordia.
El artículo nos recuerda que se necesita de ambas partes: padres e hijos, para poder aprovechar estas situaciones como un momento de aprendizaje. Es importante recordarlo porque tanto los padres como los hijos suelen responsabilizar al otro que no los entiende cuando en realidad el conflicto surge en torno a una compleja relación familiar en donde todos cumplen una función y responsabilidad.