Independientemente de los factores genéticos, el entorno y el ambiente socioeconómico afectan la capacidad cognitiva y el desarrollo del cerebro durante la adolescencia (Judd et al., 2020).
“Los niños son esponjas.” Esta frase tan escuchada busca ilustrar lo que la evidencia nos muestra hace tiempo: el ambiente al que somos expuestos durante la infancia tiene un poderoso efecto en nuestro desarrollo psicológico y cerebral. A tal punto nos impacta el entorno que se sostiene que la austeridad, la desigualdad y la inseguridad laboral no sólo son perjudiciales para la salud mental, también la suscitan. También han destacado las investigaciones que vivir en un ambiente coercitivo, violento y de desigualdad puede dejar marcas en la salud mental de los niños a largo plazo.
Pero más allá de la infancia temprana, la investigación de Judd y sus colegas ha encontrado que los efectos de estos factores pueden producirse también en la adolescencia.
El equipo de investigación del Instituto Karolinska en Suecia, estudió tanto los factores ambientales como una nueva medida genética: un valor de índice basado en una agregación de las 5000 ubicaciones de ADN (aproximadamente) que están más fuertemente asociadas con el logro educativo.
En el estudio participaron 551 adolescentes de diferentes entornos socioeconómicos de Europa. A la edad de 14 años, los participantes dieron muestras de ADN, realizaron pruebas cognitivas y sus cerebros fueron escaneados mediante resonancias magnéticas. Este proceso se repitió cinco años después.
A la edad de 14 años, los genes y el entorno se asociaron independientemente con la capacidad cognitiva (medida mediante pruebas de memoria de trabajo) y la estructura cerebral. Los efectos ambientales fueron, sin embargo, de 50 a 100 por ciento más fuertes que los genéticos. Las diferencias en el estado socioeconómico se relacionaron con diferencias en la superficie total de la neocorteza.
“El debate anterior fue si hay un área especial que se ve afectada por el medio ambiente, como la memoria o el lenguaje a largo plazo”, dice Nicholas Judd, estudiante de doctorado en el Departamento de Neurociencia, Instituto Karolinska y coautor del estudio. junto con su colega departamental Bruno Sauce. “Sin embargo, hemos podido demostrar que el efecto ocurre en la neocorteza y, por lo tanto, probablemente afecta a una gran cantidad de funciones.”
Las diferencias genéticas también se vincularon a la estructura cerebral, afectando no solo el área total del cerebro sino también específicamente un área del lóbulo parietal derecho que es importante para las habilidades matemáticas, el razonamiento y la memoria de trabajo. Esta es la primera vez que se identifica un área del cerebro que está vinculada a este índice genético.
Cuando los investigadores hicieron un seguimiento de los adolescentes cinco años después, pudieron examinar cómo los genes y el entorno habían afectado el desarrollo del cerebro durante la adolescencia. Lo que descubrieron fue que, si bien los genes no explicaban ninguno de los cambios cerebrales, el entorno sí. Sin embargo, se desconoce qué aspecto del medio ambiente es responsable de esto.
“Hay varias explicaciones posibles, como el estrés crónico, la dieta o la estimulación intelectual, pero el estudio muestra cuán importante es el medio ambiente, no solo durante la primera infancia,” señaló finalmente el investigador principal ,Torkel Klingberg.
Referencia bibliográfica:
Judd, N., Sauce, B., Wiedenhoeft, J., Tromp, J., Chaarani, B., Schliep, A., van Noort, B., Penttilä, J., Grimmer, Y., Insensee, C., Becker, A., Banaschewski, T., Bokde, A. L. W., Quinlan, E. B., Desrivières, S., Flor, H., Grigis, A., Gowland, P., Heinz, A., … Klingberg, T. (2020). Cognitive and brain development is independently influenced by socioeconomic status and polygenic scores for educational attainment. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America. https://doi.org/10.1073/pnas.2001228117
Fuente: Science Daily